miércoles, 26 de septiembre de 2012

La cama de Obama


Se tapó con la sábana, giró hacia su derecha y encendió la luz.

-Cuánto habrá durado- pensó, -¿8, 10 minutos?, no, menos, ni siquiera eso.  El emperador del mundo es un púber principiante en la cama.

Ahora ella encendía un Virginia Slim. Él, con los ojos cerrados todavía, y sin poder disimular la sonrisa en su cara, le dijo que él no, que él no fumaba, que gracias de todos modos. Le dijo algo así como que el fumar es perjudicial para la salud.

Soltó una bocanada de humo. Seguía pensando.

-Este negrito, presidente de Estados Unidos de Norteamérica y del mundo, no me dejó ni a dos cuadras del orgasmo. Mamá siempre decía que mientras parezcan reales los gemidos no importa si son reales o no. Mirálo, tirado, desparramado, tan viril que parecía… realmente esperaba otra cosa, pobre la negra horrible de su esposa ¿conocerá lo que es un orgasmo?

Brenda Love era el nombre artístico de la española Margarita Jiménez. Era desde hace unos años una de las conejitas Play Boy más famosas. Sus rasgos, hijos del sexo mestizo y escandinavo la convirtieron en la “diferente” dentro del staff de las chicas de la Mansión. Ahí todas eran rubias o morochas, todas flacas, todas tetonas y culonas, todas blancas, todas gringas, todas silicona; salvo ella: “la mestiza”, como le decían sus colegas.

Quizás los rasgos sudacas fueron los que terminaron de convencer al presidente afro.
Margarita había nacido en  1982, en Madrid, su madre, uruguaya, era una guerrillera tupamara exiliada;  su padre, alemán, un profesor de filosofía clásica. Se habían conocido en una protesta contra el imperialismo durante una visita del presidente Reagan a España.

Obama esperó que Brenda termine el cigarro. Cuando aplastó el filtro contra el cenicero para apagar la última brasa de tabaco, la miró con la sonrisa de quien trama algo y le dijo que quería volver a hacerlo.

 -Hacerlo- se repitió ella mentalmente, siempre le había divertido el pudor que podía llevar a una persona a decir “hacerlo” para referirse a una fornicada.
Por supuesto que iba a volver a hacerlo, o mejor dicho: volvería a dejar que él lo haga. Pero como toda dama, tenía su condición.

-Muero de ganas señor presidente, pero se me antoja tomar una copa de champang antes para celebrar.

-Sus deseos son órdenes- El hombre se levantó, se colocó la bata y caminó algunos pasos hasta llegar al otro lado de la habitación; abrió una pequeña heladera y sacó una botella.

-¿Por qué brindamos señor Presidente?

-¿Por los Estados Unidos? Dijo sin perder el protocolo.

-Y por usted en especial señor presidente, por ser el primer presidente negro de la historia norteamericana, por haberle devuelto la esperanza a su gente.

-Y por usted también señorita, la dama más atractiva y sensual que he conocido.

-Sin embargo presidente, lamento informarle que además de atractiva y sensual, padezco HIV. Y lamento informarle que existe un noventa y nueve por ciento de probabilidades que lo haya contagiado durante la última hora, no pensó en cuidarse antes de hacerlo. Tengo SIDA señor presidente.

-Pues no hay problema señorita, ya tenemos la cura. ¿Vamos a la cama?

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