jueves, 30 de octubre de 2008

Si unos años despues...



Cruzaba los dedos, y una gota de transpiración se deslizaba por sobre su sien.
Temía apartar la mirada de una de las baldosas que pisaba, sus ojos no lloraban, sangraban...
Su cuerpo estaba helado, el estomago vacío, y la garganta la tenia atravesada por una roca.
Al frente estaba ella, mirándolo.
Esa mirada no era respuesta suficiente para el, necesitaba oír.
Ella observaba y no podía dejar de hacerlo, su lengua se había derretido, aunque hubiese querido no podría haber dicho alguna palabra.
Y estaban abstraídos de su entorno, cada vez mas gente se acercaba formando un circulo mientras miraban la escena mas conmovedora del mundo, una chica sin palabras con una roza en la mano y un joven avergonzado mirando el piso como esperando algo.
Nadie vio como empezó la historia.
Un hombre de los que estaban ahí que tendría sesenta y pico de años insistía con la teoría de que el chico había recitado estas palabras sin parar:

-no aguanto mas, no se que hacer, me carcome la idea de saber que el tiempo pasa y yo sigo sin vos, sigo envejeciendo sin ninguna motivación, nada de lo que hago me parece llenar, y son tan infinitos mis pensamientos cuando me acuesto y empiezo a pensar en lo lindo que seria que tu también pensés en mi, y cada mañana cuando me levanto recuerdo a la perfección mi sueño junto a vos, sueño que juntos armamos una vida, que tenemos dos hijas y una se va a llamar como vos, pero se que vos no podes, se que vos ocupas tus pensamientos en otro, desde hace tiempo vengo juntando valor para poder vomitarte esto, y quizás tu respuesta no sea la que me haga feliz, yo se que estás con el desde hace tiempo, pero también se que no te ama como yo te puedo amar, y aunque no soy quien para decir como es el, soy testigo de cómo te amo yo y creo que mi amor por vos es inhumano, mi amor por vos me desvela noches enteras, y de día paso durmiendo solo para soñarte, y cuando despierto me vuelve a sangrar el corazón, y ese perfecto sueño queda debajo de la almohada, he visto las estrellas y las he visto imaginándote junto a mi recostados en el pasto, he llegado a contar quince estrellas fugases y en cada una de esas te he deseado, también te cuento que escribí muchas cartas y en ninguna podía poner todo lo que sentía, y por eso nunca te las di, mi vida sigue, y siento que cada cosa que hago esta incompleta, siento que me faltan tus palabras, siento me falta tu abrazo, que me faltan tus besos, pero sigo adelante, sigo con mi rutina, sigo siendo la misma persona, y cada vez pienso mas firmemente que la felicidad en mi solo es una utopía, nunca voy a ser feliz si vos no estas acá, si vos no estas cerca, si vos estas con otra persona, solo quizás podría sentirme mejor si se que vos sos feliz, y ahí entonces me sentiría algo satisfecho, pero también quiero reprocharte algo muy pequeño, vos sos cómplice de mi amor, sos cómplice de que mi corazón este tan aferrado a la idea de tenerte como mi novia, alguna vez quizás sin querer aparecí en tu vida y vos me abriste los brazos y hasta me abrazaste y me dejaste abrazarte, pero de un día para el otro caíste en la cuenta de que estabas con otro y ahí fue cuando cerraste la persiana, se corto nuestra implícita relación, pero era tarde, yo ya había imaginado mi vida junto a vos...


El viejo que hablaba hizo una pausa en su relato, levanto la mirada y noto que ya nadie miraba a la pareja, ahora la muchedumbre, yo incluido, escuchaba atentamente su relato. Volvió a bajar la mirada y continuo:

-perdón que te diga estas palabras ahora, perdonáme por haberme enamorado de vos sin querer, pero no podía seguir cargando con esta pena, ahora me siento mas liviano, ahora por lo menos se que me jugué por lo que quiero, de viejo me voy a sentir satisfecho por haber hecho lo que siento en este momento, pero antes dejáme contarte la pesadilla que tengo a veces... sueño que soy viejo ya y que la vida se me ha pasado en un instante por no haber estado al lado de la mujer que amo.


Luego de estas palabras el anciano contó que la chica miro un rato al joven, tiró la roza al piso y se fue con su novio que la esperaba en la esquina.
Cuando nos contó eso ultimo, miramos hacia donde estaba anteriormente la pareja y ya no se encontraban ahí, ni el chico, ni la chica, ni la rosza... habían desaparecido.
El viejo levantó la cabeza, sus ojos brillaban y titileaban a punto de dejar caer unas lagrimas, y allí recién fue cuando todos nos dimos cuenta que su cuerpo estaba inundado de llanto, y en ese momento fue también cuando notamos que su rostro era el mismo rostro que el de aquel muchacho, solo que cincuenta años mas viejo...



-Francisco Laiseca

No hay comentarios: